Doulas SOGC:
Compañeras de parto que te llevarán de la mano en todo momento.
Ser doula nace de adentro. Todas aquellas que nos llamamos doulas, y dedicamos el alma a esto es porque eso vino tatuado en nuestro ADN. No tenemos opción. Entonces entendemos que tomar un “cursito” no nos convierte en nada, sólo nos ayuda a pulir lo que ya éramos. ¿Y qué es lo que somos? Bueno… Somos bohemias amantes extrañas del cuerpo de la mujer, de la maravilla tan delicada que es prestar nuestros cuerpos procrear vida. Somos fanáticas del poder femenino, de la fuerza que en nosotras vive y que es tan poderosa que ni siquiera es necesario alardear de ella, la soltamos como una leona y dejamos que se defienda sola.
Las doulas nos entregamos y hacemos nuestra labor con pasión. Una pasión loca, inconveniente, desenfrenada. Estamos dispuestas al sacrificio, al dolor físico, al cansancio, a las noches sin dormir a poner a otros por encima de los nuestros con un placer que raya en lo enfermizo. Somos locas con esta cuestión de ayudar y empoderar a otras, de crear lazos con otras mujeres, locas con cuidarnos unas a otras, locas con nutrir con ganas las vidas que tocamos y por esto ni nos importa si al final no tenemos paga en forma de papeles y monedas, porque somos ricas en vivencias. Somos fanáticas de ver mujeres renacer cuando paren, de verlas re-encontrar su fuerza, de defenderlas hasta que salen de las llamas triunfadoras de su batalla. Fanáticas de ver a otras que fueron mujeres que por traumas del pasado estaban rotas, convertirse con cada contracción en murallas de piedra y lava.
Cuando una mujer responde al llamado de ser doula, SABE que es una doula más allá de un curso y un papel que así lo reconozca, más allá de un requisito de trabajo. Ser doula no es una profesión, no, no señor y me agrada que así sea. Ser doula es un don de nacimiento. Igual que aquel que canta o aquel que dibuja, claro, se puede aprender a cantar o se puede aprender a dibujar, pero jamás se logrará ser tan bueno como el que nació sabiendo.